Sufrí un osteosarcoma en la tibia derecha a la edad de 13 años. Tuve que hacer 37 sesiones de quimioterapia y me operaron de las piernas en dos ocasiones. Después he necesitado hacer rehabilitación durante un tiempo bastante largo y, debido a la enfermedad, ahora mi tibia derecha es 3 centímetros más corta que la de la pierna izquierda, de lo que se deriva una cojera.
Cuando me dijeron que ya estaba «recuperado», mi principal temor fue que volviera a aparecer algún tipo de nuevo tumor o nódulo en el pulmón.
Después de este cáncer, en mi caso, no fue necesario un proceso de reinserción social. Siempre he sido muy activo, tanto por los estudios como a la hora de realizar actividades o socializarme. Tampoco he vivido ninguna dificultad o impedimento en el ámbito laboral.
En todo caso, después de un cáncer la vida se afronta el triple de positivo, al menos desde mi punto de vista. Pasar por una experiencia así hace que veas las cosas de diferente manera. Yo pensaba y pienso que, si he podido con esta enfermedad, puedo agarrar cualquier cosa por los cuernos y superarla también.
Desde aquel día 7 de febrero de 2013 veo la vida diferente, con más alegría y positivismo. La única frase que digo cada día al ver el sol es: «Pues nada, un día más en este mundo ¡y se debe aprovechar!»
Gracias a haber estado tanto tiempo ingresado en el hospital, he participado en la creación de proyectos muy interesantes como el grupo KIDS Barcelona de la Asociación Internacional ICAN o el de las pulseras solidarias Candela, que son una gran fuente de ingresos para el Hospital Sant Joan de Déu.