Problemas de tiroides después del cáncer

Después de haber superado un cáncer, el tiroides puede presentar algunos problemas, principalmente metabólicos, que la persona que ha recibido un tratamiento oncológico y el médico deben conocer para realizar un seguimiento adecuado y abordarlos de forma rápida y efectiva.

 

¿Qué es el tiroides?

El sistema endocrino se compone de glándulas y órganos distribuidos por todo el organismo que producen sustancias llamadas hormonas. A través de este sistema, el cuerpo es capaz de coordinar procesos tan complejos como el crecimiento, el desarrollo sexual, el sueño o el hambre. De esta manera, una liberación excesiva o escasa de hormona puede acarrear consecuencias negativas en las personas.

Algunas de estas hormonas, como la tiroxina, son secretadas por el tiroides, una de las glándulas más importantes del sistema endocrino, ubicada en la parte inferior del cuello por delante de la tráquea. La tiroxina está implicada en la regulación del metabolismo; por eso, cualquier desequilibrio en sus niveles puede tener efectos metabólicos.

 

¿Las personas que han superado un cáncer pueden presentar problemas de tiroides?

Los problemas de tiroides pueden presentarse en cualquier persona de la población general, es decir, no son exclusivos de personas que han superado un cáncer; aunque se ha observado que algunas personas de este grupo tienen cierta tendencia a desarrollar este tipo de problemas a largo plazo.

 

Teniendo en cuenta estos factores, ¿qué personas que han pasado por un proceso oncológico son más propensas a desarrollar problemas de tiroides?

 

  • Personas con cáncer de tiroides. El tratamiento del cáncer de tiroides conlleva la extirpación de la glándula en la mayoría de las ocasiones, lo que significa que tendrán que recibir un tratamiento sustitutivo hormonal el resto de su vida.
  • Personas tratadas con radioterapia. La radiación se aplica a nivel local, por tanto, aquellas personas que se han sometido a sesiones de radioterapia cervical, para tratar un cáncer en el cuello o en una zona próxima, tienen mayor riesgo de experimentar problemas de tiroides, debido a que este tratamiento puede disminuir los niveles hormonales o producir inflamación y atrofia de la glándula (tiroiditis rádica). Son factores de riesgo las dosis mayores de 35 Gy y las personas de sexo femenino.
  • Personas que han recibido un trasplante de médula ósea. Dentro de este grupo de personas, también se ha descrito un riesgo incrementado en el desarrollo de disfunción tiroidea a largo plazo.
  • Mujeres. Se ha demostrado que las mujeres, en general, tienen una tendencia mayor a desarrollar problemas de tiroides. Así pues, la combinación de ser mujer y haber tenido un cáncer de tiroides o en una zona próxima puede resultar en un incremento del riesgo de desarrollar problemas de tiroides.
  • Niños y adolescentes. Las personas más jóvenes que han sido diagnosticadas en una edad temprana son propensas a experimentar este tipo de problemas, ya que su expectativa de vida es larga y se encuentran en una etapa en la que las glándulas secretoras de hormonas, como el tiroides, están directamente involucradas en su crecimiento.

¿Qué problemas de tiroides pueden desarrollar estas personas?

 

Los efectos tardíos que pueden presentarse en el tiroides después del cáncer, incluso varios años después del tratamiento, pueden clasificarse en tres grupos principales:

  • Hipotiroidismo. Las glándulas de las personas que lo padecen pierden funcionalidad y no producen cantidad suficiente de hormona tiroxina. Este trastorno puede causar cansancio, obesidad, dolor articular, infertilidad o cardiopatías, entre otras alteraciones. En la mayoría de los casos descritos, el desarrollo de hipotiroidismo se objetiva dentro de los 2 a 5 años después del tratamiento.
  • Hipertiroidismo. En este caso, en cambio, las personas que lo padecen presentan hiperactividad en la glándula, que secreta demasiada cantidad de hormona tiroxina. Este trastorno puede causar pérdida de peso, diarreas, insomnio, palpitaciones o problemas menstruales, entre otras alteraciones. Si bien el hipertiroidismo es menos frecuente que el hipotiroidismo, tiene mayor repercusión clínica, y aparece, por lo general, de 1 a 10 días después de la radioterapia.
  • Nódulos tiroideos. Este trastorno se caracteriza por la formación de neoplasias tiroideas que, en caso de ser benignas, pueden comprimir estructuras adyacentes en el cuello o, en caso de ser malignas, constituir un nuevo cáncer (cáncer de tiroides). En este caso, los nódulos tiroideos son más frecuentes en mujeres, en las que el riesgo se incrementó a partir de los 10 años de seguimiento.

¿Cómo pueden tratarse los problemas de tiroides?

 

En función del trastorno que la persona haya desarrollado, se aconsejan unos tratamientos u otros:

  • Para tratar el hipotiroidismo, los médicos sugieren un programa de suplementación con levotiroxina para suplir la falta de hormona. Este tratamiento tendría efectos positivos a nivel metabólico, cardiovascular y gastrointestinal. El tratamiento puede detenerse si la glándula comienza a funcionar con normalidad.
  • Para tratar el hipertiroidismo, se emplean antiinflamatorios, esteroides y betabloqueantes, destinados a controlar los síntomas y disminuir la inflamación local. En ocasiones, pueden eliminarse las células que producen hormona; o bien, puede realizarse una extirpación quirúrgica. De esta manera, es posible que el tratamiento de hipertiroidismo provoque hipotiroidismo y, por tanto, el afectado tenga que recurrir finalmente al tratamiento de suplementación para conseguir un mejor funcionamiento de el tiroides.
  • Para eliminar nódulos tiroideos, se recurre normalmente a la biopsia, y si hace falta, a la extirpación quirúrgica.

En cualquier caso, es importante que el endocrinólogo conozca al detalle las condiciones de cada persona para poder realizar un seguimiento adecuado y detectar estos problemas de forma precoz. Los controles de tiroides y niveles de hormona en sangre deben realizarse al menos una vez al año, o incluso con más frecuencia.

Al fin y al cabo, los problemas de tiroides son comunes y, cuando se tratan, las personas que han superado un cáncer pueden llevar una vida normal.

Referencias

NIH – Efectos secundarios tardíos del tratamiento de cáncer

Sociedad Argentina de Hematología – Efectos adversos a largo plazo sobre el sistema endocrino vinculados al tratamiento del cáncer

Cancer.Net – Efectos secundarios a largo plazo del tratamiento del cáncer

St. Jude Children’s Research Hospital – Efectos tardíos en la tiroides

SciELO – Secuelas endocrinológicas en sobrevivientes de cáncer en la edad pediátrica

Paula Casano Sancho. Secuelas endocrinológicas en supervivientes de cáncer infantil. Endocrinología, Diabetes y Nutrición. 2017 Nov; 64 (9): 498-505.

Salud cardiovascular en personas que han superado un cáncer

La supervivencia después del cáncer ha aumentado mucho en los últimos años debido a las recientes mejoras en el diagnóstico y en el tratamiento. Consecuentemente, las posibles secuelas a largo plazo están más descritas. Aunque la probabilidad de que aparezcan es baja, es importante conocerlas para prevenirlas y minimizar los factores de riesgo. Una de las secuelas que, a pesar de ser poco comunes, son posibles, son las enfermedades cardiovasculares.

¿Qué riesgo hay de sufrir una enfermedad cardiovascular después de un cáncer?

El riesgo dependerá de distintos factores: el tipo de cáncer, el tratamiento y la respuesta individual de cada persona. Los cánceres en los que se irradia la zona torácica, como el cáncer de mama, el de pulmón o el linfoma de Hodgkin, son los que tienen más riesgo de sufrir enfermedades cardiacas, aunque no se puede descartar que ocurra en personas que han pasado por otro tipo de cáncer. Por otro lado, el tipo de tratamiento y la dosis administrada también son importantes: las células cardíacas tienen una capacidad de regeneración limitada, así que el corazón es más frágil que otros tejidos a los efectos de los tratamientos a largo plazo.

Por último, también influye el estado de salud cardiovascular de cada persona y la respuesta individual al tratamiento. Por este motivo, es muy recomendable tener unos hábitos de vida saludables.

¿Qué problemas cardiovasculares se pueden sufrir a largo plazo?

Radioterapia

La radioterapia actúa sólo en las partes del cuerpo que se irradian. Por ello, únicamente puede haber riesgo de sufrir una enfermedad cardíaca cuando el tumor está en la zona torácica y, además, la probabilidad es muy baja.

Las principales enfermedades cardiacas derivadas de la radioterapia son las siguientes:

  • Miocardiopatía restrictiva: Rigidez del miocardio que impide que el corazón se estire y se llene de sangre de forma adecuada.
  • Aterosclerosis acelerada: Engrosamiento de las paredes de las arterias de forma acelerada.
  • Fibrosis del pericardio: Engrosamiento y rigidez del pericardio, la membrana que envuelve al corazón.

Quimioterapia y terapias dirigidas

Los problemas cardiovasculares se pueden presentar después de algunos tipos de quimioterapia.  La quimioterapia actúa principalmente sobre las células en división, y por eso, es más activa sobre las tumorales que sobre las sanas. Por ese mismo motivo, las células sanas sobre las que tiene más efecto son las del pelo, la piel, la sangre y el aparato digestivo, aunque prácticamente siempre de manera reversible. No obstante, algunos tipos de quimioterapia, como las anticiclinas o el trastuzumab, pueden afectar a las células del corazón, sobre todo si se tienen que sobrepasar las dosis máximas recomendadas.

Las cardiopatías más frecuentes derivadas de la quimioterapia y las terapias dirigidas son las siguientes:

  • Insuficiencia cardíaca: Dificultad para que el corazón bombee correctamente. De esta forma, la sangre oxigenada no puede llegar a todas las partes del cuerpo de forma eficiente.
  • Isquemia: Disminución o detención del riego sanguíneo en una zona determinada del cuerpo que impide que el oxígeno llegue a los tejidos afectados.
  • Infarto de miocardio: Obstrucción de alguna de las arterias del corazón que provoca el infarto.
  • Miocardiopatía: Afección en el músculo cardíaco que impide el correcto bombeo del corazón. Puede derivar en insuficiencia cardíaca.
  • Arritmia: Latidos irregulares.
  • Miopericarditis: Inflamación del músculo cardíaco que reduce la capacidad de bombeo y produce arritmias.
  • Hipertensión: Presión arterial alta.
  • Trombosis venosa: Coagulación de la sangre en el interior de las venas.

¿Qué síntomas tienen las enfermedades cardiovasculares?

Los síntomas de los problemas cardíacos son diversos y dependerán del tipo de alteración, pero, en general, los siguientes síntomas pueden indicar alguna alteración cardiovascular:

  • Molestias o dolor en el pecho
  • Fatiga
  • Dificultad respiratoria
  • Mareos
  • Pies y/o manos hinchados

Caso concreto: cáncer de mama

El cáncer de mama es el cáncer más frecuente entre las mujeres. Actualmente, las mujeres diagnosticadas con cáncer de mama en un estadio temprano tienen una probabilidad muy alta de supervivencia. Esto hace que el propio cáncer no sea el principal factor que determine su calidad de vida, sino las posibles enfermedades cardiovasculares derivadas del tratamiento. Está demostrado que varios fármacos contra el cáncer de mama, como el trastuzumab o las antraciclinas, pueden actuar también sobre las células sanas del corazón. Las antraciclinas, por ejemplo, tienen una incidencia global de insuficiencia cardíaca sintomática de menos del 5%.

¿Cómo se pueden prevenir los problemas cardíacos?

Para reducir el riesgo a sufrir problemas cardíacos, lo más efectivo es llevar un estilo de vida saludable que comprenda los siguientes puntos:

Además, es importante que los médicos hagan un seguimiento periódico de la salud cardiovascular.

 


Referencias

Plana JC. La quimioterapia y el corazón. Rev Esp Cardiol. 2011;64(5):409-415.

Gepac – Todo lo que empieza cuando termina el cáncer

Cancer.net – Problemas cardíacos

NIH – Problemas cardíacos: investigación de los efectos secundarios cardíacos de tratamientos del cáncer.

 

Después del cáncer de pulmón: consideraciones sobre la radioterapia

En los últimos años, la supervivencia del cáncer de pulmón ha aumentado notablemente. Por esta razón, actualmente existe más evidencia que hace unos años de posibles secuelas del tratamiento tanto a corto como a largo plazo.

Aunque no debe descartarse la aparición de secuelas tardías tras el tratamiento, la probabilidad de que éstas aparezcan y una vez superado el cáncer de pulmón son bajas. Un ejemplo son las secuelas tras la radioterapia, donde la probabilidad de que un efecto secundario a largo plazo aparezca es de menos de un 5%.

En este caso concreto, se ha podido observar que la radioterapia en cáncer de pulmón (que se realiza en la zona torácica) puede estar relacionada con la aparición de algunas secuelas determinadas en el corazón y los pulmones, aunque estas no siempre tienen por qué aparecer.

Secuelas en el pulmón

La radiación en la zona pulmonar puede ocasionar efectos a corto y a largo plazo. A corto plazo (menos de 6 meses después del inicio de la radioterapia), la secuela más común es la neumonitis. Los síntomas que pueden aparecer son tos, dificultad respiratoria y fiebre baja.

La principal secuela a largo plazo es la fibrosis pulmonar, aunque la probabilidad de sufrirla es muy baja. Ésta puede darse derivada de la inflamación típica de la neumonitis, que causaría la fibrosis del tejido pulmonar. El mecanismo es el mismo que en un proceso de cicatrización, pero en este caso sin ningún tejido que reparar. Los síntomas típicos son tos seca no productiva, dolor en el pecho, ahogo o dificultad y fatiga.

Secuelas en el corazón

Los efectos secundarios en el corazón han sido muy descritos en otros tipos de cánceres, como el de mama, el de esófago, los linfomas de Hodgkin o los cánceres en niños. Sin embargo, en cáncer de pulmón aún no hay disponible tanta evidencia, por lo que son necesarios más estudios que complementen la información existente en la actualidad.

La información publicada hasta este momento documenta la existencia de estos problemas cardíacos tardíos, aunque hacen falta más estudios para relacionarlos directamente con la radioterapia, como sí se ha comprobado en otros cánceres que también irradian la zona torácica.

Una revisión de los estudios publicados hasta la fecha sobre el tema revela que muchas de las secuelas cardíacas se manifestaron 2 años después del tratamiento. Algunos de los problemas cardíacos que se han observado en personas que han recibido radioterapia por cáncer de pulmón son los siguientes:

  • Infartos supraventriculares y miocárdicos.
  • Pericarditis: El pericardio es una doble membrana fibrosa que envuelve el corazón, protegiéndolo de los órganos que tiene alrededor. En la pericarditis, la membrana se inflama e irrita. Esto causa dolor agudo en el pecho y deficiencia cardíaca, pues el corazón tiene que trabajar más para bombear. La gravedad de esta afección depende del grado de inflamación que se tenga.
  • Derrame pericárdico: Se da cuando hay una acumulación excesiva de líquido dentro del pericardio. El líquido puede remitir de forma espontánea, pero también puede ser que se tenga que extraer de forma quirúrgica.

Por otra parte, se deben tener en cuenta determinados factores de riesgo, como la dosis de radiación en el corazón, el historial de problemas cardíacos, si la persona es o ha sido fumadora, la lateralidad de tumor o la modalidad de tratamiento (se ha visto que hay más riesgo cardíaco si se ha combinado la radioterapia con quimioterapia).

 ¿Cómo se previenen y se tratan estas secuelas?

Lo más importante a la hora de tratar estas secuelas, así como para prevenirlas, son unos hábitos de vida saludable. Las personas que han superado un cáncer de pulmón tienen el riesgo de sufrir alguno de estos efectos tardíos, pero no quiere decir que los vayan a tener. Mantener unos buenos hábitos, tanto antes del cáncer como durante y después, minimizará este riesgo. Por lo tanto, llevar una dieta equilibrada, hacer ejercicio regular (en especial cardiovascular) o no fumar, por ejemplo, son puntos esenciales.

En caso de considerarlo necesario, el médico podría recomendar un tratamiento adecuado para estas secuelas. En el caso de la fibrosis pulmonar, por ejemplo, se recomienda, en primer lugar, llevar un estilo de vida saludable y vacunarse contra determinados microorganismos para la prevención de algunas infecciones en las vías respiratorias.

 

En resumen, con los avances en la terapia de cáncer de pulmón se ha descrito la aparición de posibles secuelas tras el tratamiento una vez superado el cáncer, pero las probabilidades de que estas aparezcan son muy bajas . Aun así, llevar unos hábitos de vida saludable es la mejor opción para ayudar a prevenir su aparición.

 


Referencias

Cancer.net. Efectos secundarios de la radioterapia.

American Cancer Society. La vida después del tratamiento de cáncer de pulmón microcítico.

MayoClinic. Prednisona y otros corticoesteroides.

Huang Y, Zhang W, Yu F, Gao F. The Cellular and Molecular Mechanism of Radiation-Induced Lung Injury. Med Sd Monit. 2017;23:3446-3450.

Ming X, Feng Y, Yang C et al. Radiation-induced heart disease in lung cancer radiotherapy: A dosimetric Update. Medicine. 2016; 95:41.

Simone CB. Thoracic Radiation Normal Tissue Injury. Semin Radiat Oncol. 2017;27:370-377.

Giridhar P, Mallick S, Kishore-Rath G et al. Radiation Induced Lung Injury: Prediction, Assessement and Management. Asian Pac J Cancer Prev. 2015; 16(7):2613-2617.

Montero A, Hervás A, Morera R et al. Control de síntomas crónicos. Efectos secundarios del tratamiento con Radioterapia y Quimioterapia. Oncología. 2015; 28(3):147-156.

Grupo Español de Pacientes con Cáncer. Todo lo que empieza cuando “termina” el cáncer.

 

Problemas de visión: consejos y recomendaciones

Introducción

El ojo es uno de los órganos de nuestro cuerpo que nos permite percibir la realidad de nuestro entorno a través de imágenes, que procesa y envía al cerebro. Para realizar esta función, el globo ocular está dotado de un sistema óptico que se asemeja al de una cámara fotográfica. Gracias a él, la luz reflejada en los objetos penetra a través de nuestra córnea, que es transparente, pasa a través del cristalino y el humor vítreo, para llegar finalmente a la retina, donde se procesan las imágenes, que son enviadas al cerebro a través del nervio óptico.

La pupila se encarga de regular la entrada de luz al interior del ojo, mientras que el cristalino actúa como una lente que permite enfocar los objetos, proyectando las imágenes sobre la retina. Es esencial que todas las partes funcionen de forma correcta, para poder observar nítidamente aquello que nos rodea, pero es frecuente que se presenten problemas oftalmológicos cuyas causas pueden ser múltiples.

 

Figura 1: Partes del ojo. Imagen adaptada a partir de: https://www.visiondirect.es/ojo-humano

Problemas oftalmológicos derivados de tratamientos oncológicos

En ocasiones, los tratamientos contra el cáncer pueden provocar secuelas y efectos secundarios a largo plazo, que se dejan notar incluso un tiempo después de haber concluido el tratamiento y superado la enfermedad. La mayoría de ellos son leves y transitorios, y los demás tienen solución a través de su detección y tratamiento. Existen múltiples efectos tardíos que pueden aparecer tras un tratamiento oncológico, y dependen del tipo de tratamiento utilizado, pero varían de una persona a otra.

Quimioterapia

 La quimioterapia se basa en la utilización de fármacos para destruir las células cancerosas, pero también puede afectar a otras células “sanas” e impedirles realizar correctamente su función. Concretamente, a nivel oftalmológico, puede afectar a diversas estructuras oculares, pudiendo causar:

  • Síndrome de ojo seco: Se produce cuando los ojos no son capaces de producir suficientes lágrimas para mantener la superficie ocular lo suficientemente húmeda, o estas lágrimas no contienen todas las sustancias necesarias para la correcta lubricación del ojo. En especial, las personas que se han sometido a tratamientos oncológicos pueden padecer una insuficiente hidratación ocular, por lo que se recomienda el uso de algún tratamiento (bajo supervisión médica) que la favorezca.
  • Cataratas: El cristalino es una de las estructuras que más se ve afectada por la quimioterapia, puesto que este tipo de fármacos pueden producir la pérdida de transparencia de dicha estructura, como por ejemplo los corticoesteroides. Afortunadamente, se trata de una enfermedad reversible mediante su extracción y sustitución por una lente intraocular.
  • Afectaciones de retina o nervio óptico: La retina es la zona del globo ocular donde se transforman los estímulos de luz en impulsos nerviosos, y se trata de un área muy sensible al tratamiento. Además, la quimioterapia puede causar aumento de presión ocular, lo que puede llegar a dañar el nervio óptico y causar problemas de visión.

Radioterapia

Cuando se aplica radioterapia en el tratamiento de tumores de cabeza o cuello, puede llegar a afectar a las estructuras oculares de forma inevitable, produciéndose diferentes daños:

  • Conjuntivitis: Se caracteriza por una inflamación de la conjuntiva, una membrana que cubre el globo ocular de forma parcial. Puede causar dolor ocular, sensación de cuerpo extraño y visión borrosa.
  • Problemas cutáneos en los párpados: La radioterapia puede producir sequedad en la piel de los párpados e inflamación, llegando incluso a la caída de las pestañas y el mal funcionamiento del párpado.
  • Inflamaciones en la córnea: Es una de las estructuras oculares más sensibles a la radiación, por ser una de las más expuestas. Se pueden desencadenar úlceras, opacificación o necrosis.

Adicionalmente, la radioterapia puede producir cataratas, inflamación del nervio óptico (neuritis óptica), inflamaciones y afectaciones vasculares de la retina (retinitis, edema macular, etc).

Hormonoterapia

Algunos tipos de cáncer, como el cáncer de mama, requieren tratamiento a largo plazo con hormonas para reducir su riesgo de recurrencia. En este tipo de tratamientos existe cierto riesgo de desarrollar problemas oculares, pero suelen ser leves. El tamoxifeno, uno de los fármacos hormonales más conocidos, puede provocar cataratas, ojos llorosos y otras alteraciones visuales.

Recomendaciones para las afecciones oculares después del cáncer: consejos para tratar algunos síntomas

Afortunadamente, existen soluciones eficaces en caso de que aparezca algún problema de visión tras el tratamiento del cáncer. Ante los primeros síntomas en los ojos o en la visión, es muy recomendable informar a tu médico y no utilizar ningún medicamento y/o colirio sin su supervisión.

Para algunas afecciones leves, como puede ser el síndrome del ojo seco, se recomienda parpadear frecuentemente, especialmente si se pasa mucho tiempo enfrente a un monitor. Además, las lentes de contacto pueden contribuir a la sequedad ocular, por tanto es preferible el uso de gafas.

Por otro lado, para prevenir la aparición de conjuntivitis u otra infección ocular, es recomendable evitar frotarse los ojos, y en caso necesario, lavarse las manos antes de hacerlo. En caso de problemas cutáneos en los párpados, puede ser eficaz el uso de colirios, o cremas oftalmológicas para calmar la inflamación. Adicionalmente, se podría utilizar una compresa tibia para aliviar el posible dolor y eliminar la costra si apareciese.

Si aparecen problemas más graves que dificulten la visión, como pueden ser las cataratas, existe la posibilidad de extraer el cristalino mediante una operación quirúrgica, para colocar uno artificial y así solucionar el problema de visión. Esta decisión debe ser consensuada con su médico.

 

En definitiva, acudir rápidamente a un especialista ante los primeros síntomas en la visión ayudará a prevenir problemas más graves, especialmente cuando aparecen algunos de los siguientes:

  • Visión borrosa
  • Visión apagada donde los colores no son tan brillantes como de costumbre.
  • Visión de halos alrededor de las luces
  • Visión brumosa
  • Visión menos clara de lo habitual
  • Pérdida de áreas de visión
  • Dolores de cabeza

Importancia de las revisiones oftalmológicas después del tratamiento

 En el caso de que se haya utilizado un tratamiento con efectos colaterales oculares, como pueden ser los arriba descritos, se deberían realizar controles oftalmológicos periódicos, incluso después de haber finalizado el tratamiento. De cara a anticipar problemas oculares futuros, o tratar los ya existentes, se deben programar citas regulares (según le indique su médico) con un oftalmólogo.

 


Referencias

Innova Ocular. El ojo humano.

Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). Hormonoterapia o tratamiento hormonal.

Innova Ocular. El tratamiento contra el cáncer y efectos secundarios en la vista.

American Society of Clinical Oncology. Efectos secundarios a largo plazo del tratamiento del cáncer.

Vanesa Blázquez Sánchez. Efectos secundarios de la radioterapia a nivel ocular.

Chemocare. Eye problems.

Cancer Research UK. Your eyes and cancer drugs.

BreastCancer.org. Trastornos oculares y de la vista.

 

La sexualidad tras el cáncer

Consecuencias en la sexualidad: ¿Es algo común?

El cáncer y su tratamiento pueden afectar tanto a la sexualidad como a la funcionalidad sexual. Un alto porcentaje de personas sufren algún tipo de disfunción o alteración sexual tras superar el cáncer y, a pesar de ser un problema bastante común que afecta de manera directa al día a día y a la calidad de vida, el desconocimiento en torno a este tema y el pudor que produce hablar del mismo hace que pueda pasar desapercibido.

La sexualidad es un aspecto muy personal de cada persona, y puede resultar muy complicado hablar abiertamente incluso con la pareja o los profesionales médicos.

Las alteraciones o secuelas pueden darse tanto a nivel físico (a veces directamente relacionadas con la enfermedad o con los tratamientos empleados) como a nivel emocional, siendo lo más aconsejable, en ambos casos, recurrir a ayuda profesional.

 

El deseo sexual

El ciclo de respuesta sexual humana se divide en las fases de deseo, excitación y orgasmo. El deseo sexual es la emoción, el impulso o la fuerza que mueve a alguien a buscar un encuentro íntimo con otras personas. Nos motiva a relacionarnos, a compartir intimidad, a mantener relaciones afectivas y sexuales.

El deseo, a menudo, es la disponibilidad de iniciar un encuentro sexual, pero no siempre es así. Frecuentemente va asociado a la apetencia por intercambios eróticos diferentes a una relación coital como caricias sexuales o encuentros sensuales sin penetración.

 

 

Más allá del duro proceso que es la recuperación física en sí, la angustia o la tristeza pueden afectar al estado de ánimo, y cuando este no es bueno, es muy probable que haya falta de deseo sexual.

Por otro lado, cuando las personas experimentan dolor o malestar debido a la enfermedad, por ejemplo, a causa de los efectos de la quimioterapia o la radioterapia, es normal que no tengan deseo sexual y es muy importante que nadie se sienta presionado a mantener ningún tipo de relación sexual si experimenta dolor o malestar. Es importante que se tenga cuidado de este punto, ya que es lo primero que se debe tener en cuenta: el deseo o ganas de sexualidad de la persona que ha superado la terapia oncológica.

En el caso particular de los hombres, la terapia hormonal masculina puede hacer que disminuyan los niveles de testosterona, y con ello, la libido o deseo sexual. Por otro lado, tratamientos de soporte como los opioides (morfina, fentanilo) o algunos antidepresivos también pueden provocar pérdida de deseo sexual.

 

Posibles disfunciones sexuales como consecuencia del tratamiento oncológico

 Los efectos secundarios o alteraciones que producen los distintos tratamientos suelen remitir al finalizar la terapia pero, a veces, parte de la toxicidad puede persistir un tiempo. En el caso de las disfunciones sexuales, pueden prolongarse durante los primeros dos años una vez superada la enfermedad y, en algunos casos, también durante más tiempo.

Así pues, la quimioterapia, la radioterapia, la terapia hormonal, la cirugía e incluso ciertos tratamientos de soporte pueden causar efectos no deseables sobre la vida sexual de las personas. En las mujeres, pueden provocar sequedad vaginal, dispareunia (dolor durante la penetración), menopausia precoz o dificultad para alcanzar el orgasmo. En el caso de los hombres, la principal secuela o efecto secundario puede ser la disfunción eréctil.

La terapia endocrina en mujeres puede derivar en síntomas como sofocos, sequedad vaginal, dispareunia, mayor prevalencia de infecciones urinarias, o períodos menstruales irregulares o ausentes.

La cirugía por cánceres ginecológicos puede causar cambios físicos que pueden afectar a la forma en la que vemos nuestro cuerpo y eso también puede tener un efecto nada desdeñable sobre la sexualidad. En el caso de los hombres, además, una cirugía de pene, recto, próstata o testículos puede alterar al sistema nervioso, afectando a capacidad de lograr y mantener una erección.

 

¿Qué tratamientos y medidas terapéuticas existen para combatir estas disfuncionalidades?

Afortunadamente, aunque el hecho de que estos efectos secundarios se prolonguen tras la terapia sea una posibilidad, existen varias aproximaciones terapéuticas que el médico nos puede prescribir si así lo cree aconsejable, que permiten recuperar o mitigar las alteraciones sobre la sexualidad.

En el caso de los hombres, el problema más frecuente es la disfunción eréctil, para el cuál existen diferentes opciones de tratamiento. La opción más cómoda es el tratamiento farmacológico de administración oral.

Los fármacos empleados son inhibidores de la fosfodiesterasa-5; como el sildenafilo, el tadalafilo o el vardenafilo, o los medicamentos inyectables; que aumentan el flujo de sangre en la zona, manteniendo la erección. Existen también otras opciones como la utilización de bombas de vacío o implantación de prótesis. Todos estos fármacos e intervenciones deben venir bajo prescripción y aprobación médica.

En las mujeres, los problemas más comunes son las alteraciones vulvovaginales como la sequedad vaginal, el prurito, las infecciones urinarias repetitivas o la dispareunia. Los estrógenos tópicos (en cremas, pastillas o anillos vaginales) son el tratamiento más común, aunque su indicación puede estar contraindicada en función de si el cáncer tratado era o no hormonodependiente.

Lo mismo ocurre con las terapias hormonales sustitutivas que pueden indicarse para atenuar la pérdida de deseo sexual. Por ello, en ambos casos, también es necesaria la intervención del médico para valorar el inicio y seguimiento de estas terapias.

Para la sequedad vaginal, también existen diferentes geles, cremas y productos hidratantes que ayudan a lubricar. En estos casos, estos productos no contienen hormonas, y por lo tanto, no vendrían restringidos en función de la tipología de cáncer que se haya superado.

Para los casos de dispareunia o dolor vaginal, si este está provocado por la estenosis o falta de elasticidad, existen, por un lado, dilatadores vaginales, y por otro, la realización de ejercicios de suelo pélvico que favorecen la relajación y fortalecimiento de los músculos vaginales.

 

Aspectos psicológicos y vida sexual: ¿cómo abordamos el problema?

 Muchas veces, el origen de los trastornos sexuales puede estar relacionado con aspectos psicológicos o emocionales, o bien, estos pueden desempeñar un papel importante a la hora de afrontar este aspecto en la recuperación. Así pues, tras finalizar el tratamiento, pueden surgir preocupaciones relacionadas con el aspecto físico, un bajo estado de ánimo, una baja autoestima o ansiedad, que son aspectos que pueden impedir retomar o mantener la vida sexual.

En las relaciones de pareja, el proceso de adaptación puede afectar a ambos miembros de manera paralela. Muchas veces, fruto de la contención emocional sufrida durante la enfermedad, pueden quedar interiorizados sentimientos anteriores a la finalización del tratamiento; sentimientos que son necesarios expresar y sacar a la superficie. Es por ello, que la comunicación es parte fundamental en este proceso.

Es posible que la persona que ha superado la enfermedad sobrevalore las expectativas de su pareja, y conocer su perspectiva real ayudará a reducir la existencia de una posible presión autoimpuesta. Hablar de las dudas y los miedos, o de cualquier otra cuestión, evitará malentendidos y ayudará a acercar posiciones.

 Los trastornos sexuales de origen psicológico más frecuentes en varones son la disfunción eréctil y la eyaculación precoz. En el caso de las mujeres, la disminución del deseo sexual, el miedo al dolor y las dificultades para llegar al orgasmo, pueden aparecer como trastornos comunes una vez superado el cáncer, y en muchos casos, también pueden tener un origen psicológico.

Es importante recalcar que la sexualidad es mucho más que sexo, es una parte importante en la vida de las personas, es afecto y es placer. La aparición y la persistencia de algunos impedimentos relacionados con la sexualidad tras superar un tratamiento oncológico puede ocurrir tanto a hombres como a mujeres.

Sin embargo, también existe un amplio abanico de terapias y metodologías que pueden ayudar a superar estos obstáculos y, para dar con las más adecuadas, lo más recomendable es pedir ayuda y asesoramiento a los profesionales médicos pertinentes para abordar esos inconvenientes de manera beneficiosa. Muchas de las entidades que proporcionan orientación y apoyo psicológico a las personas que han superado el cáncer también ofrecen sus servicios de sexología y terapia de pareja, y pueden ayudar a mediar en esas situaciones.

 


Referencias

Gepac – Todo lo que empieza cuando termina el cáncer

Cancer.org – Como el cáncer afecta la sexualidad

Cancer.gov – Efectos secundarios; sexualidad

Cancer.net – Sexualidad y tratamiento contra el cáncer

Livestrong.org – Sexualidad femenina tras el cáncer (inglés)

Cancer.ca – Sexualidad y cáncer

La osteoporosis: una secuela frecuente después del cáncer

¿Qué es la osteoporosis?

La osteoporosis se considera un problema importante de salud a escala mundial, ya que se estima que hay más de 200 millones de personas en el mundo que la padecen y que presentan un mayor riesgo de fracturas.

 

Lo que sucede en los casos de osteoporosis no es que el hueso esté incorrectamente calcificado, sino que hay una densidad ósea menor a la habitual, es decir, hay menos cantidad de hueso dentro del mismo volumen. En consecuencia, disminuye la resistencia del hueso ante los traumatismos o la carga de peso, con el consiguiente incremento del riesgo de aparición de fracturas.

 

La osteoporosis: una posible secuela del tratamiento oncológico

Las secuelas fisiológicas forman parte de las dificultades que pueden aparecer al completar el tratamiento de un cáncer y, en los últimos años, la detección de estas secuelas en una fase tardía ha ido en aumento.

 

En cuanto a las secuelas fisiológicas que pueden afectar específicamente a los huesos, muchos tratamientos oncológicos pueden provocar efectos negativos sobre estos tejidos. Debido a esto, las personas que han superado este tipo de tratamiento, en general, tienen un mayor riesgo de padecer osteoporosis. Además, en algunos casos, el transcurso de la propia enfermedad también puede convertirse en un factor de riesgo, ya que se pueden haber presentado situaciones de inmovilización y sedentarismo que pueden desfavorecer el correcto desarrollo de los huesos. De la misma manera, la edad puede ser también, por si sola, un factor de riesgo.

 

Así pues, la pérdida ósea asociada al cáncer puede ser el resultado de múltiples factores interrelacionados y estos factores pueden incluir, tanto los efectos directos de la enfermedad como los efectos de las terapias utilizadas en su tratamiento. Dentro de estas terapias podríamos encontrar a los corticoides; que a menudo se asocian a la quimioterapia contra algunos tumores, y los tratamientos hormonales; que inhiben a los estrógenos o la testosterona y que se administran a la mayoría de los enfermos con cáncer de mama o de próstata, durante años.

 

En consecuencia, la gestión óptima de la salud esquelética se ha convertido en una parte cada vez más importante de la atención prestada tanto a las personas en tratamiento por un cáncer como a las personas que lo han superado.

 

Signos y síntomas de pérdida ósea

La pérdida ósea no aparece de un día para otro. Con frecuencia, las personas no lo notan hasta que manifiestan una pérdida de funciones o sufren una fractura. Algunos de los síntomas que pueden presentar las personas que presentan osteoporosis son:

 

  • Dolor de espalda; que con frecuencia puede ser causado por una fractura por comprensión o colapso de una vértebra.
  • Pérdida de estatura a lo largo del tiempo.
  • Postura encorvada o espalda superior curvada.
  • Articulaciones dolorosas o rigidez.
  • Huesos que se fracturan fácilmente.

 

Diagnóstico de la osteoporosis

Normalmente, para hacer el diagnóstico de este problema de salud se realiza, en primer lugar, una visita para identificar posibles factores de riesgo existentes en la persona afectada. A continuación, para conseguir una valoración más global, se suele completar el diagnóstico a partir de una densitometría ósea y la determinación de vitamina D, calcio y fósforo en sangre, que habrá que ir reevaluando estos parámetros periódicamente durante el control evolutivo de la salud ósea.

 

Gestión de la osteoporosis y su tratamiento

Así pues, puede ser conveniente favorecer el diagnóstico precoz de la osteoporosis en los pacientes con antecedentes oncológicos con el objetivo de adoptar las medidas preventivas oportunas, ya que las mejoras marcadas en la supervivencia de muchos cánceres implican que las estrategias para limitar la pérdida ósea y para reducir el riesgo de fractura deban incorporarse a los planes de cuidado de muchos de los pacientes con cáncer.

 

En cuanto a su tratamiento, para la osteoporosis hay muchas terapias que pueden ser de utilidad, si el médico las considera necesarias. Las más utilizadas son los bifosfonatos (alendronato, risedronato y ibandronato), el zoledronato o el denosumab, generalmente acompañados de suplementos y una dieta variada que contenga alimentos ricos en calcio y vitamina D.

 

Prevención de la osteoporosis después del cáncer

Para prevenir la osteoporosis y tratar de disminuir la afectación del hueso, puede ser adecuado intentar realizar un ejercicio físico apropiado de cualquier tipo, como caminar un rato cada día, hacer gimnasia de mantenimiento o hacer natación; ya que son actividades que pueden estimular la regeneración ósea. Además, cabe destacar que estos hábitos de vida pueden ser saludables después del tratamiento de un cáncer, pero también durante su tratamiento.

 

Como hemos comentado, otro aspecto que también puede ser recomendable para prevenir la osteoporosis sería seguir una alimentación variada que asegure un aporte suficiente de calcio y vitamina D. Así pues, al ser los pacientes oncológicos personas predispuestas a tener osteoporosis, puede ser recomendable que sigan una alimentación siempre variada y equilibrada, donde se incluyan los siguientes alimentos:

 

 


Referencias

Drake MT. Osteoporosis and Cancer. Curr Osteoporos Rep. 2013 Sep; 11(3): 163–170. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3783531/

MD Anderson Cancer Center – Posibles efectos secundarios del tratamiento del cáncer.

Olmos Martínez JM, González Macías J. Osteoporosis tras la curación tumoral. Med Clin 2007;129:669-76. http://www.elsevier.es/es-revista-medicina-clinica-2-articulo-osteoporosis-tras-curacion-tumoral-13112094

ASCO Cancer.net –  Osteoporosis

Col·legi de Farmacèutics de Barcelona – Osteoporosi

TopDoctors – Osteoporosis: su relación con el cáncer, diagnóstico y tratamiento

 

El silencio de la menopausia precoz

Menopausia precoz inducida por el tratamiento del cáncer

 

La menopausia ocurre cuando los ovarios de una mujer dejan de producir óvulos. Generalmente, esto sucede de forma natural alrededor de los 50 años y como resultado, el cuerpo de la mujer produce menos estrógeno y progesterona. Al disminuir estas hormonas, los períodos menstruales se vuelven irregulares y, con el tiempo, se detienen.

 

Algunos tratamientos del cáncer pueden generar la menopausia a una edad anterior a la prevista:

 

  • Cirugía: la extirpación de ambos ovarios provoca que la menopausia se presente inmediatamente.

 

  • Quimioterapia: algunos tipos de quimioterapia pueden dañar los ovarios y provocar que se presente una menopausia temprana. La menopausia puede presentarse inmediatamente o meses después del tratamiento. El riesgo de presentar menopausia precoz depende del tipo y la cantidad del fármaco quimioterapéutico que se administre, así como la edad de la mujer, ya que cuanto más joven sea, más posibilidades hay de recuperar una función ovárica normal.

 

  • Radioterapia: recibir radioterapia en la zona pélvica también puede dañar los ovarios. En algunos casos, los ovarios se pueden curar y volver a funcionar de nuevo. Pero, si se reciben grandes dosis de radiación, el daño puede ser permanente.

 

  • Terapia hormonal: estos tratamientos usados ​​para tratar cánceres de mama pueden provocar alteraciones en los ovarios y llevar a la ausencia de menstruaciones de forma transitoria (amenorrea) o permanente, induciendo en este caso la menopausia.

 

La menopausia precoz se acompaña de cambios físicos y emocionales que pueden tener consecuencias negativas en la calidad de vida y en la salud en general.

 

 

Posibles efectos sobre la salud y cómo gestionarlos

 

El problema de sufrir una menopausia inducida por algún tratamiento es que, al producirse antes de tiempo, la mujer no atraviesa el periodo de adaptación donde los síntomas son más leves, sino que los sofocos, la sudoración, el aumento de peso, la sequedad vaginal, los cambios de estado de ánimo, el insomnio y la pérdida de energía aparecen sin previo aviso.

 

Los niveles hormonales disminuyen en cuestión de días o semanas en vez de años, de este modo los síntomas se presentan de manera más abrupta que en el caso de una menopausia natural y gradual. Además, la menopausia precoz genera preocupación sobre los efectos a largo plazo que puede llevar la falta de estrógeno durante años, como la osteoporosis o el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.

 

Hay maneras de gestionar los síntomas y vivir más cómodamente con la menopausia. Los cambios de estilo de vida (dieta, dejar de fumar, hacer ejercicio, tener buenos hábitos de sueño, apoyo emocional) pueden ser tan importantes y eficaces como los medicamentos cuando se trata de sentirse mejor y vivir bien.

 

Algunos medicamentos que pueden ayudar incluyen:

 

  • Terapia hormonal: en algunos casos se pueden recetar hormonas femeninas para ayudar con los sofocos y otros síntomas. Pero, hay que tener en cuenta que las hormonas comportan algunos riesgos y se debe tener en cuenta si se han tenido ciertos tipos de cáncer.

 

  • Estrógeno vaginal: estas hormonas se pueden vender como cremas y geles, es un tratamiento localizado. Utilizar pequeñas cantidades de estrógeno en crema en el interior y los alrededores de la vagina puede aliviar la sequedad, si bien un poco de estrógeno llega al torrente sanguíneo, parece ser menos que lo que llega con las terapias de reemplazo hormonal. Por ello, si ninguna alternativa provee alivio, el estrógeno vaginal puede ser una opción viable. Se necesita una receta para adquirir estos medicamentos.

 

  • Antidepresivos u otros medicamentos: si no se toman hormonas, el médico podría recetar otro tipo de medicamento para aliviar los sofocos, como ciertos antidepresivos.

 

  • Lubricantes o humectantes: estos productos pueden ayudar a que las relaciones sexuales sean más cómodas si se presenta sequedad vaginal.

 

  • Medicamentos para la pérdida ósea: algunas mujeres toman medicamentos para ayudar a reducir la pérdida ósea después de la menopausia.

 

¿Es seguro recibir terapia hormonal después de haber pasado por un cáncer?

 

La terapia hormonal para la menopausia es un tratamiento que los médicos pueden recomendar para aliviar los síntomas comunes de la menopausia y, también, para prevenir cambios biológicos a largo plazo, como la disminución de la masa ósea. Estos cambios biológicos son consecuencia de la reducción en los niveles de las hormonas naturales (estrógeno y progesterona) que sucede en el cuerpo de la mujer durante y después de la menopausia.

 

Esta terapia generalmente comprende el tratamiento con estrógeno solo; una combinación de estrógeno y progesterona; o estrógeno y progestina, que es una hormona sintética con efectos similares a los de la progesterona.

 

Aunque ayuden a aliviar síntomas como los sofocos y la osteoporosis, los médicos no recomiendan este tratamiento para la mayoría de las mujeres, ya que podrían tener un mayor riesgo de contraer determinadas afecciones. Los riesgos y los beneficios de la terapia hormonal difieren para cada mujer, por lo tanto, lo más conveniente sería hablar con un equipo de atención médica para resolver cada caso en particular.

 

 


Referencias

Associació Espanyola Contra el Càncer (aecc). Menopausia y cáncer de mama.

MedlinePlus (2016). Tratamiento para el cáncer – menopausia temprana.

Cancer.Net. Síntomas de la menopausia en las mujeres.

Breastcancer.org (2017). Cómo manejar los síntomas menopáusicos.

Instituto Nacional del Cáncer (NIH) (2011). Terapia hormonal para la menopausia y el cáncer.

Cuando el cáncer desaparece y las emociones se despiertan

A menudo, los valores de cada persona afectan su manera de pensar y de hacer frente a una enfermedad como el cáncer. Por ejemplo, algunas personas sienten que deben ser fuertes y proteger sus amigos y familiares. Otras, buscan apoyo y recurren a seres queridos u otras personas que hayan superado un cáncer. Las hay que se apoyan en su fe para que les ayude a vencerlo.

 

Una gran parte de las personas que han pasado por un cáncer prefieren apreciar más la vida y sobre todo haber experimentado un aumento de la estima hacia ellos mismos. Estas conclusiones forman parte de lo que se llama crecimiento personal y ofrece un nuevo sentido a la vida que hasta ahora nunca se había presentado. Es también el resultado del crecimiento postraumático.

 

Este crecimiento postraumático supone un cambio en los procesos cognitivos de la persona y, por tanto, de su manera de percibir la realidad. Se describen como:

 

  • Cambios en uno mismo: mayor sentimiento de fortaleza, aumento de la autoestima y mayor capacidad para enfrentarse a posibles futuras dificultades. Sin embargo, pueden coexistir con un sentimiento de vulnerabilidad por el hecho de pensar que la enfermedad puede reaparecer en cualquier momento.

 

  • Cambios en las relaciones interpersonales: se ven fortalecidas las relaciones con los demás y es habitual que la familia esté más unida que antes de la experiencia. Puede que también haya aumentado la necesidad de compartir los hechos experimentados y la de pedir ayuda y, por tanto, se haya desarrollado la capacidad de búsqueda de apoyo social.

 

  • Cambios en la espiritualidad y en la filosofía de vida: esto se hace patente en una mayor valoración de lo que se tiene, un cambio de prioridades (separando lo que es importante de lo secundario) y una mayor apreciación de los detalles.

 

Es importante resaltar que el crecimiento postraumático no se da en todos los casos, y cuando se da, se puede manifestar de maneras diferentes y sin tiempos establecidos de aparición. En cambio, este es dependiente del proceso personal de cada uno, de la espiritualidad, el apoyo social, la extraversión, el optimismo, y la capacidad de aceptar gradualmente lo que se vive.

 

También es muy importante comprender que el malestar y el crecimiento postraumático no son incompatibles, sino que de alguna manera están fuertemente relacionados. De hecho, muchas personas que manifiestan este crecimiento siguen teniendo emociones como la tristeza, la ira y el miedo por la inseguridad de una recidiva.

 

Cómo identificar y distinguir los diferentes tipos de emociones

Todas las emociones retroalimentan el crecimiento personal y forman parte de la coexistencia natural durante el proceso de transformación y adaptación:

 

  • Tristeza: muchas personas con cáncer y después de este se sienten tristes. Se tiene la sensación de haber perdido la salud y la vida de antes de enterarse de la enfermedad. Hay que tener en cuenta que es una respuesta normal ante cualquier enfermedad grave. Es posible que lleve tiempo superar y aceptar todos los cambios sucedidos. A nivel fisiológico, la tristeza suele ir acompañada de cansancio y pocas ganas de comer. Para algunas personas, estos sentimientos desaparecen o disminuyen con el tiempo. Para otros, estas emociones pueden intensificarse. Si los sentimientos dolorosos no mejoran y se interponen en la vida cotidiana, pueden llegar a desarrollar una depresión.

 

  • Rabia: las personas que han tenido que afrontar un cáncer a menudo también sienten ira, rabia o enojo por la impotencia generada ante un evento imprevisible. Son frecuentes los tipos de preguntas retóricas del estilo «¿Por qué a mí?», «¿Qué he hecho para merecer esto?». Es probable que también se sienta resentimiento con sus proveedores de asistencia médica, sus amigos y sus seres queridos. El enfado, a menudo, se origina de sentimientos más difíciles de mostrar, como el miedo, el pánico, la frustración o la ansiedad. Hay una tendencia generalizada a nivel social de esconder el enojo pero, de hecho, este puede ser útil ya que puede generar motivación para actuar.

 

  • Estrés/ansiedad: tanto durante el tratamiento como después de éste, es normal tener estrés y ansiedad debido a todos los cambios y novedades por los que está pasando. La ansiedad se origina al tener preocupaciones que sobrepasan los límites de uno mismo, a la incapacidad para relajarse y la tensión que se sufre. El estrés es un estado de nerviosismo muy alto y que puede impedir que el cuerpo termine de recuperarse de la manera en que debería hacerlo.

 

¿Qué puedo hacer para gestionarlas?

 

La gente se da cuenta que cuando expresa sentimientos fuertes como el enojo o la tristeza, tiene más posibilidad de canalizarlos. Algunas personas ordenan sus sentimientos hablando y compartiendo la experiencia con amigos o familiares, con otras personas que han superado un cáncer, un grupo de apoyo o un consejero.

 

  • Ser proactivo: tratar de centrar el esfuerzo y la atención en aquellas cosas que están al alcance de uno mismo, intentando utilizar la energía de uno mismo para centrarse en el bienestar y en el que se puede hacer para mantenerse con la mejor salud posible. En algunos casos, salir de casa y hacer alguna actividad puede ayudar a enfocarse en otras cosas, más allá del cáncer sufrido y de las preocupaciones que causa esta situación. El ejercicio, el yoga y estirar pueden ayudar también.

 

  • No tratar de aparentar tener entusiasmo en su defecto, es decir, ser sincero con uno mismo y aceptar todos los tipos de emociones en diferentes momentos. Frecuentemente la gente del entorno da mensajes y ánimos expresando «la importancia de ser positivo». Hay que remarcar que pedir y/o exigir una actitud positiva suele suponer una gran carga adicional para la persona enferma (y/o por su familiar o cuidador), puede no resultar empática en no permitir precisamente la expresión de aquellas emociones y/o sentimientos socialmente no aceptados como el enojo o la tristeza, pero a la vez tan necesarios ser canalizados y compartidos.

 

  • Encontrar formas para liberar la tensión: diferentes técnicas de relajación o distensión pueden ayudar a reducir el estrés, como la atención plena o mindfulness que consiste en una terapia científicamente validada en la que la persona aprende a centrar su atención en el aquí y ahora, sin juzgar el momento, ni dejarse llevar por los pensamientos y las emociones del momento, lo que produce una regulación fisiológica del exceso de activación emocional. El objetivo es facilitar las herramientas necesarias para ayudar a reconocer los estados de ánimo que resultan más difíciles de gestionar, que inicialmente son adaptativos pero que pueden conducir a emociones y sentimientos que no ayudan a adaptarse en el día a día. Estos tipos de prácticas pueden ayudar a analizarlos, y reconducir hacia el espacio de paz interior.

 

  • Expresión del afecto: para las personas más extrovertidas, hablar sobre los hechos vividos con otras personas, no evitar hablar sobre el tema que nos preocupa y escribirlo en un diario tiene efectos beneficiosos en el estado de ánimo. Incluso el tiempo invertido en la expresión del afecto se asocia positivamente con el crecimiento postraumático, siempre y cuando esté en consonancia con la personalidad base de cada persona.

Referencias

Generalitat de Catalunya. Les emocions.

Instituto Nacional del Cáncer. Los sentimientos y el cáncer.

American Cancer Society. El cáncer y los efectos emocionales.

Mayo Clinic (2014). Sobrevivientes de cáncer: cómo manejar tus emociones después del tratamiento de cáncer.

Adolescentes y jóvenes que han afrontado un cáncer 

Adolescentes y jóvenes que han afrontado un cáncer 

La adolescencia es una etapa de cambios, dudas y toma de decisiones. También es un periodo de transición, en el que algunos aspectos pasan a ser primordiales, tales como la amistad, la imagen corporal, la autoestima, la independencia y la red social. En este momento tan importante en el desarrollo, en el que el adolescente comienza a tener su espacio y es gestionado de manera más autónoma, el diagnóstico de cáncer supone un fuerte impacto a nivel psicosocial.

 

Los resultados de las investigaciones que examinan el ajuste psicosocial de los sobrevivientes de cáncer han sido muy variados. Varios estudios han mostrado un incremento del riesgo de padecer trastornos psiquiátricos y problemas académicos en adolescentes supervivientes de cáncer.

 

¿Como es «volver a la normalidad»? Posibles repercusiones

El final del tratamiento es el principio de una nueva etapa y supone la readaptación a una rutina diferente. Surgen vivencias angustiosas provocadas por el recuerdo de la enfermedad, el miedo a una posible recaída, tanto por parte del adolescente como de los padres y el proceso de adaptación de nuevo a la rutina diaria. Además, disminuye la percepción de apoyo médico y esto puede provocar sentimientos de soledad y vulnerabilidad ante lo que pasará a partir de ahora.

También se puede hacer presente una preocupación por las consecuencias del tratamiento. A veces quedan secuelas físicas, emocionales, sociales o cognitivas más o menos visibles e interrelacionadas, que suponen un sentimiento de pérdida y requieren un periodo de adaptación por parte de todos.

 

Los principales problemas con los que se puede enfrentar un adolescente tras recibir tratamiento oncológico son:

 

 

 . La apariencia física: en la etapa de la adolescencia, la apariencia física empieza a tomar otra dimensión y toma más importancia, siendo un aspecto muy ligado a la autoestima. Los tratamientos pueden suponer cambios físicos, y su efecto puede tener más o menos duración. Puede haber cambios a todos los niveles como: cicatrices, deterioro de la piel, modificaciones en la complejidad corporal, y el más evidente a nivel visual: la pérdida del cabello. Todos estos cambios son especialmente difíciles en una etapa de gran inestabilidad emocional, donde su identidad no está bien establecida.

 

Es importante que el adolescente tenga espacios donde expresar cómo se siente y tenga el apoyo de su entorno, quien tiene que apoyarlo y no minimizar los sentimientos que aparecen en relación con la imagen física. También hay algunos recursos que pueden ayudar, como llevar un pañuelo, gorra o peluca (en el caso de la caída del cabello) mientras éste vuelve a crecer.

 

. Retraso en el instituto: el cáncer es una enfermedad de larga duración y por tanto supone en muchos casos, una desconexión de la rutina académica. Los niños y adolescentes ingresados ​​pueden recibir apoyo en el aula hospitalaria de su hospital de referencia, siempre que lo deseen, pero muchas veces necesitan un apoyo más exhaustivo para no perder el nivel educativo de su grupo clase.

 

Para facilitar la vuelta a las clases, es esencial poder ofrecer un plan de trabajo estructurado durante los ingresos y las estancias en casa, así como mantener el contacto con el instituto y sus compañeros/as y poder seguir, en la medida de lo posible, trabajando las materias (siempre que el adolescente se sienta anímicamente preparado). El apoyo de entidades que ofrecen apoyo a nivel educativo puede ayudarles también a recuperar los hábitos de estudio y el nivel escolar.

 

. Limitaciones físicas: los jóvenes que han sido tratados con determinados medicamentos pueden tener debilidad en las articulaciones o en los músculos que les puede impedir participar en algunas actividades. Algunos de estos aspectos pueden ser efectos secundarios que irán remitiendo o bien pueden ser secuelas que perdurarán en el tiempo.

 

Esto puede conducir a sentimientos de frustración en el joven, por eso se debería intentar adaptar las actividades del grupo, pasando a hacer actividades físicas ligeras o de menor intensidad e informar bien al grupo para que puedan comprender su realidad.

 

. Posibles alteraciones emocionales: un estudio publicado en la revista Cancer, se observó que los jóvenes que han superado un cáncer tenían más riesgo de adquirir hábitos poco saludables. Los investigadores determinaron que, en comparación con los que no tenían antecedentes de cáncer, las personas que habían tenido cáncer cuando eran adolescentes o jóvenes eran más propensas a la actualidad a fumar, a ser obesas, a sufrir diferentes enfermedades crónicas ya tener una salud mental y física precaria.

 

Se entiende que la falta de actividad física entre supervivientes del cáncer puede ser debido a limitaciones físicas como consecuencia del tratamiento del cáncer y del mismo cáncer. Además, los adolescentes y adultos jóvenes sobrevivientes de cáncer eran más propensos que aquellos que no tenían antecedentes de cáncer a estar parados o tener dificultades para trabajar y declarar que no buscaban atención médica por falta de recursos.

 

Una manera de mejorar la salud de los adolescentes y jóvenes sobrevivientes de cáncer es que los proveedores de atención médica diseñen planes de atención individualizada para estas personas. La comunidad médica oncológica debería doblar sus esfuerzos para educar al personal de atención primaria sobre el seguimiento que necesitan estos pacientes.

 

Orientación psicológica en adolescentes y jóvenes

Un aspecto importante de la vida de un adolescente es el sentimiento de pertenencia a un grupo. Las relaciones estrechas entre amigos son una fuente importante de apoyo para los adolescentes que han sufrido un cáncer, ya que necesitan apoyo social para poder aceptar todos los cambios que la enfermedad les puede haber causado.

 

Es recomendable intentar buscar el apoyo de los queridos y amigos:

 

  • Hablar con personas de confianza sobre las posibles miedos e inquietudes
  • Hacer saber a los demás cuando se necesita alguna ayuda o apoyo
  • Decir a los demás lo que pueden hacer para ayudar

 

La psicooncología es un área de la psicología que se ocupa de atender a las personas que están o han estado afectadas por el cáncer y sus familias. Estudia las relaciones del comportamiento y estado de salud en cada fase de la enfermedad, ayudando a afrontar el impacto emocional que puede causar la enfermedad para mejorar la calidad de vida y minimizar el sufrimiento. Estas intervenciones están indicadas para reducir la angustia y el malestar psicológico relacionado con el cáncer durante la adolescencia, por lo tanto, son una parte fundamental del tratamiento multidisciplinar.

 

Es importante que, durante toda la experiencia con el cáncer, los jóvenes tengan la oportunidad de seguir viviendo una vida tan normal como sea posible y participar en los muchos hitos que se producen durante esta etapa de la vida. Si los equipos médicos muestran más flexibilidad y acercamiento a las necesidades de los adolescentes, se puede recorrer un largo camino en favorecer una relación de confianza más cercana con el adolescente.

 

Un número creciente de organizaciones atiende las necesidades de adolescentes y jóvenes con cáncer, ofreciéndoles la posibilidad de dar respuesta a sus necesidades y motivaciones relacionadas con su etapa vital, apoyándolos durante todo su proceso durante la enfermedad y posteriormente.

 

Algunas de estas ayudan a los jóvenes a conectarse con gente de su edad que está pasando por las mismas adversidades, y también los hay que ofrecen propuestas de carácter lúdico, apoyo a nivel educativo y académico, y orientación y apoyo psicológico. Las entidades de la FECEC, Junts contra el cáncer, ofrecen varios servicios para proporcionar este apoyo, buscando el bienestar y la calidad de la vida emocional y psicológica de estos y de sus familiares.

 

 


Referencias

Tai E et al. Health Status of Adolescent and Young Adult Cancer Survivors. Cancer. 2012 Oct 1; 118(19): 4884–4891.

Instituto Nacional del Cáncer (2012). Muchos adolescentes y adultos jóvenes supervivientes de cáncer tienen problemas crónicos de salud y conductas no saludables.

Comisión de psicología de la Federación Española de Padres de Niños con Cáncer. Intervención psicosocial en adolescentes con cáncer. Primera edición: Federación Española de Padres de Niños con Cáncer; 2009.

Bellver A et al. Adolescencia y cáncer. Psicooncología. 2015; 12(1): 141-156.